11 febrero 2008

chas!


Hace unas semanas, 23, me cogió la mano mientras tomábamos café en un bar. Algo de lo que yo estaba contando le resultó bastante gracioso como para querer tenerme más cerca, y me apretó contra su costado besándome la mejilla.
Como si fuera una gripe, en ese preciso momento, con ese gesto –igual a los anteriores, igual a los posteriores- supe que me estaba sucediendo otra vez.

De mi primer novio, Elpsicópata, me enamoró su forma de andar con las manos en los bolsillos de sus bermudas azules.

De Elmúsicoquenuncaescuchalasletrasdelascanciones el gesto desaliñado con el que trató de devolver a su lugar la cintura del pantalón multibolsillos mientras sujetaba una betacam, un cinturón de baterías y abría la puerta de un coche.

Elchicoquevaadestrozameelcorazón empezó a hacerlo con un comentario sobre la etiqueta de precio de una lámpara.

Cuando Elchicoconlosojosmásverdesgrisesyazulesdelmundo retiró en un bar mi taburete pegándolo al suyo para que no me molestara la cerveza recién derramada supe que ésa iba a ser la distancia que desde entonces hubiera entre nosotros.

Elargentinoquefingequenoloes dejó de ser sólo amigo el día que me acarició el pelo.

Elchicoquecuandohablausaonomatopeyas, dejó de ser compañero de trabajo cuando le vi por primera vez alejarse de la pantalla del ordenador recostándose en el respaldo de la silla.

Es curioso pensar cómo hay gestos que odiaríamos en cualquier persona que nos pueden volver locos cuando los descubrimos en otras. Y sobretodo, cómo cualquiera puede pasar de ser alguien odioso a alguien maravilloso –o viceversa- con sólo mover distraidamente una mano.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

...o pasar de ser invisible a visible con un sólo gesto.

...o de empezar a atenuarse de la misma manera.

Pequeña Desorden dijo...

Que gran post.
Me ha encantado. Yo siempre me he enamorado así: por un gesto , por la palabra exacta, por la sonrisa adecuada, por la caricia perfecta e inesperada...
Te sigo