14 abril 2006

safe sex


Ya soy mayor.
Dejo mi trabajo porque no me gusta. Dejo a mi pareja porque quiero tener más espacio en el armario. Dejo a mis amigos. Y entonces, cuando he convertido mi vida en una auténtica mierda vuelvo a empezar otra vez para reproducir exactamente –en otro contexto, con otra gente- lo que antes tenía.
Eso ya me ha pasado antes.
Necesito buscar una y otra vez una y otra vez una y otra vez la infelicidad para darme cuenta de que –ups- hubo un momento en que era feliz.
Seguramente ahora lo soy, pero no vale.
Estoy dejando que me quieran por un lado y me follen por el otro. Y eso es trampa, lo sé, es como jugar al póquer con dos barajas, pero una de ellas metida bajo la manga.
Pero me gusta. Me hace andar por la calle –por el lado soleado de la calle- al ritmo de la música. Me hace sentir viva. Sentir que siento. Que vivo intensamente.
Me gusta el trayecto de casa de St. a mi casa por las mañanas, cuando todos trabajan.
Me gusta despertarme al lado de alguien que casi me gusta.
Me gusta que se marche. Que me pregunte si quiero que me baje las persianas.
I love the sound of you walking away.
Me gusta la casa de otro sin otro.
Me gusta que me reconozcan los albañiles del piso de arriba.
Me gusta el cansancio. El dolor en las piernas y en los brazos.
El estómago vacío.
Joder, M.A, por qué nunca haces que tenga que recordar lo que pasó anoche al día siguiente.
Por qué nunca haces que me duela.
Me gusta su beso de despedida por las mañanas. Innecesario. Mentiroso.
Tanto como el mío.
Me gusta.
Me estoy enganchando a una situación.
A los ruidos y el olor de una casa que no es la mía.
Y aunque me gusta, necesito a alguien para engañar a la persona con la que engaño a la persona con la que estoy.
Necesito enamorarme de las rutinas de otra casa vacía para no sentirme culpable.
Necesito otra casa.
Necesito no preguntarme por qué estamos alargando esto más de lo necesario.
Necesito no preguntarme quién lo va a terminar y cómo.
Porque por supuesto quiero ser yo –me voy porque yo quiero-.
Pero me da miedo que en esa carrera para proteger mi orgullo –ese punto g que se encuentra entre el cerebro, el corazón y el agujero del culo- acabe perdiendo otras cosas.
Esto también me ha pasado antes.
Otras cosas. Otras cosas. En realidad sólo una polla y una persona a la que odiar.
Porque de eso sí puedo sentirme orgullosa.
Con los años mi corazón ha mutado.
Ha desarrollado un tercer brazo para taparse los ojos.
Unas escamas. Unas espinas. Unas púas.
Y –ahora- soy como un pez globo.
He elegido a la persona perfecta con la que follar.
-Y me autocito textualmente-:
Ferozmente atractivo. Ferozmente interesante. Ferozmente interesado.
Pero tan insoportable. Tan hedonista. Tan voluble. Tan mentiroso.
Que no hay peligro de que entre como un vendaval y revuelva toda mi vida.
Sólo mi estómago.
Y por supuesto, mi coño.
Safe sex sin condón, sin anticonceptivos.
Pero safe sex al fin y al cabo.