26 noviembre 2007

someone else, someone good


Cuando murió yo tenía 15 años. Él 30.
Era muchas cosas para mucha gente y era muchas cosas para mi.
Pero se le fue la mano con la vida. La vivió tan intensamente que se le quedó corta.
Y me dejó un poco huérfana, un poco viuda, un poco soltera, un poco sola, un poco vacía, un poco desamparada, un poco hastiada, un poco incrédula, un poco desesperada, un poco triste, un poco enfadada, un poco enferma, un poco dolida, un poco nostálgica, un poco extrañada, un poco vulnerable, un poco introvertida, un poco melancólica, un poco afónica.
Han pasado 13 años y sigo mudándome con un esqueje de la planta de su cocina.
Han pasado 13 años y me doy cuenta de que, desde entonces, los tipos que me han importado, en cualquier medida, tenían algo en común: todos me recordaban a Él.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Alguna vez me he sentido así; hay personas que dejan huella.

brujito dijo...

Se me ha erizado el vello recordando ese pasaje de trainspoting...

RdB dijo...

Él eligio no tener una tele grande que te cagas, ni una familia, ni un abrelatas eléctrico. Eligió no tener un coche, un piso piloto, o un domingo de bricolaje.
Eligió no tener nada.
Y desde entonces yo no he podido volver a ver trainspotting. A mi también se me eriza el vello...