20 noviembre 2007

el marxista


Cuando me gusta algo, me gusta compulsivamente.
Como el chocolate. Como los sandwiches mixtos. Como los almendros. Como Alain de Botton.
En su ensayo “Del Amor” habla sobre el marxismo. Pero no de la filosofía que difundía Carlos Marx, sino de la que instauró Groucho con su cita “No quiero pertenecer a un club que me acepte como socio”. Así pues, según el marxismo de Botton, el hecho de que una entidad, o una persona como es el caso, muestre interés por nosotros, pobres tipos con defectos y debilidades, lo convierte en alguien sin valor suficiente.
Al fin y al cabo, si ve como virtudes nuestros defectos, es que los suyos deben ser aún mayores.
Por el contrario, aquel que muestra desinterés por nuestra persona. Que se muestra distante y poco sorprendido, nos resulta inmensamente atractivo. Le transferimos inmediatamente valores y cualidades que nosotros jamás alcanzaremos, una vida que le ha dejado anestesiado a virtudes de las que hacemos alarde.

Hablé de Alain de Botton hará poco más de una semana con Elchicoquecreequetengoojosdedibujomanga. Y lo está haciendo jodidamente bien.

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