
Le conté una vieja historia de familia, la del chico que conoció mi abuelo haciendo la mili, que se casó con una chica de otro continente y cruzó mares y océanos para vivir con ella. Le conté como cada navidad, recibíamos sobres de papel verjurado crema con historias de otros sitios y fotos de hijos y nietos. Le conté como mis abuelos colocaban esas fotos en marcos de plata sobre la chimenea del salón de su casa, junto a las que tomaron un día, cuando mi abuela y mi abuelo cruzaron mares y océanos para visitar al anciano que una vez hizo la mili. Junto a las que tomaron un día cuando el anciano que una vez hizo la mili y su mujer, cruzaron mares y océanos para visitar a mis abuelos y fotografiarse con ellos delante de una playa azul.
Le conté todo esto y a él le pareció una historia preciosa.
Pero yo no quiero que su cara se acabe borrando con limpiacristales.
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