29 marzo 2007

cuando la ficción supera la realidad


Un ejecutivo de unos cuarenta años conduce su coche familiar por un barrio de oficinas de Madrid. En el asiento trasero, una sillita de niño y algunos juguetes desperdigados. Se siente mal. No sabe qué le pasa –ningún hombre sabe definir qué le pasa cuando está enfermo- pero se encuentra realmente mal. Decide parar en el arcén. Está torciendo el volante cuando sufre un infarto. El coche se sube a la acera hasta detenerse bruscamente. Los peatones corren asustados. Uno de ellos intuye lo que puede estar ocurriendo, corre hacia el vehículo, intenta abrir la puerta del piloto y la del copiloto. No lo consigue. Rompe el cristal de una de las puertas traseras y desbloquea los pestillos. Se desliza hasta el ejecutivo y lo empuja a la calle. Le practica un amago de masaje cardiorespiratorio.

Alguien ha llamado al 112. Las ambulancias tardan menos de un minuto en aparecer. Primero una. Luego otra. Más tarde una tercera. Los sanitarios corren. Los curiosos miran desde la acera. Un médico despliega una carpa para proteger al hombre de las miradas. Minutos después la repliega de nuevo.
El ejecutivo tiene el cuerpo y el rostro cubiertos por una manta térmica dorada.
Lo llevan a una ambulancia que arranca y se marcha. Sin sirena. Sin luces. Sin prisas. Sin nada.
Desde la décima planta de un edificio de oficinas próximo, una chica de pelo corto está mirando por la ventana. Acaba de comer. Coge el cepillo y la pasta de dientes del cubilete de los lápices, y de camino al baño piensa que a veces la realidad es increíble y jodidamente irreal.


Eso fue lo que –además de las reuniones, presentaciones, risas, cañas y chistes- me pasó anteayer en el trabajo

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La rutina es una especie de droga suave que nos atonta y nos hace dudar de si la realidad no será tal vez una cuestión de fé.
Hasta que a tu hermano lo atropella un tren o a un desconocido le da un infarto frente a ti.
Entonces la realidad aparece absurdamente REAL.

RdB dijo...

Parece absurda. Descarnada.
A veces cuando veo CSI tengo que cerrar los ojos, y el otro día desde la ventana, MIRABA...