21 septiembre 2007

Su turno


La semana pasada lloré en la frutería del champion. Como una Juliaroberts cualquiera. Como alguien que escucha a Luzcasal. Como una mujeralbordedeunataquedenervios. Como una chica Almodóvar de pendientes de plástico de los que te regalaban en las bolsas de patatas de los 80.
Estaba comprando tomates y simplemente pasó. Hasta ese momento estaba sólo cabreada.
Cabreada con MiamigaM, cabreada con Elchicoquevaadestrozarmeelcorazón, pero sobretodo, cabreada conmigo. Cabreada por mi habilidad para golpearme una y otra vez contra el mismo muro.
En ese instante, Elmúsicoquenuncaescuchalasletrasdelascanciones, llegó para sonreirme. Y le recordé. Mismo lugar. Misma luz, un año y medio atrás, cuando las cosas eran previsibles. Cuando en la cesta de la compra había jamón y queso para los sandwiches mixtos del sábado por la noche. Cuando los yogures no eran todos desnatados. Cuando no sabía lo que eran los platos precocinados. Cuando la leche se acababa en dos días. Cuando había galletas para el desayuno y nueces para la cena. Cuando las cuchillas de afeitar no eran de color rosa y el gel no tenía crema hidratante.

Y mientras él llenaba las bolsas y yo pagaba en la caja me sentí como recién salida de una pesadilla. Como si todo este tiempo, todas estas cosas no hubieran pasado jamás. Convencida de que una vez fuera del supermercado, andaríamos hasta el número 41 de nuestra calle y nos quedaríamos ahí.

Y salimos del champion. Llegamos al número 41, nos despedimos con un beso y yo subí sola hasta el 25.
Hasta mi casa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tienes mucha suerte de que haya alguien que te haga sentir como si salieras de una pesadilla.
Un besito y que Elchicoquevaadestrozarmeelcorazón se convierta pronto en Elcapulloquesalióperdiendo.
Me gusta tu blog.

brujito dijo...

Interesante forma la de este blog, aunque el fondo parece el de siempre... estaré atento.