06 diciembre 2007

tojó, tojó...


Hace años, cuando estaba recién llegada a la ciudad en la que vivo, tuve una de esas gripes de fiebre altísima, dolor de huesos y semana en la cama.
Mi familia estaba lejos y apenas conocía a nadie.
Durante varios días estuve malcomiendo de lo que quedaba en la despensa y sintiéndome, además de terriblemente mal, terriblemente vulnerable.

El otro día me desperté con fiebre. Avisé a los del curro de que me quedaba en casa y seguí durmiendo.
A mediodía llegaron mi exnovio, Elmusicoquenuncaescuchalasletrasdelascanciones, y mi excuñado con comida japonesa y una botella de vino blanco. Comimos, bebimos y nos reimos hasta las lágrimas viendo el capítulo piloto de My name is Earl debajo de una manta.
Cuando se marcharon llegó MiamigoR cargado de provisiones para preparar la cena, una estufa y un electrodoméstico extraño para calentar la cama. Cuando íbamos por la segunda botella de vino y el plato de gambas, llegó su chico, MiamigoA, para acompañarnos. Bebimos, comimos y charlamos hasta la madrugada.

A la mañana siguiente, me desperté sin fiebre, pero con unas ganas enormes de acercar el termómetro a la bombilla.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No me extraña. Qué suerte tienes, con esos enfermeros y sus cuidados intensivos, cualquiera está deseando ponerse pachucha...
:-)